A 66 días del Congreso
Muchas veces hablamos y organizamos encuentros importantes y le damos el título de congreso. Suena como algo grande y muy imponente, y nos asustamos.
Pero en realidad todo sirve para nuestro bien y debe ser, como corresponde, un motivo de formación misionera.
Es compartir y encontrarse con el hermano que vive otra cultura, otra realidad, pero que a la vez comparte una misma fe y la misma misión.
Estamos a las puertas del próximo Congreso Misionero Nacional a desarrollarse en la ciudad de Catamarca, diócesis que abrió sus puertas para este acontecimiento. Pero que tendrá la salvedad de ser un congreso destinado a fortalecer a los equipos diocesanos de misión.
Sabemos que varias diócesis del país lo tienen; algunas otras no. Pero precisamente es reforzar este trabajo y ayudar a los que no tienen la posibilidad de esta pastoral a que se descubra, desde sus pastores, la importancia de la evangelización.
Un congreso es una efusión del Espíritu, una gracia de Dios, que actúa en el participante, respuesta al mandato misionero de Cristo, una auténtica apertura a otras comunidades, un renovado impulso pastoral para nuestros sacerdotes y obispos, es un encuentro de animación y formación misionera, es una buena ocasión para compartir gozos, esperanzas y dificultades de la misión, es renovar el compromiso misionero que tenemos desde nuestro bautismo, es descubrir nuestra vocación a vivir una Nueva evangelización y descubrir la importancia de la misión Ad-Gentes, es un llamado a vivir actualmente como discípulos misioneros.
Es cierto que para todo esto no es necesario un Congreso: hay que vivir con este espíritu siempre. Pero es un regalo de Dios tener la posibilidad de descubrir algo nuevo en nuestra pastoral cotidiana, que corre el riesgo, en este tiempo de crisis, de enfriarse peligrosamente.
Porque diríamos que sin darnos cuenta, casi dulcemente, vamos dejando el camino del Señor. Y todos sabemos de estas tentaciones.
El apóstol Pedro nos pide estar atentos y vivir sobriamente para no dejarnos engañar por el mal. Que nuestra misión esté atenta a las necesidades de los más pobres y alejados.
Acerquémonos a formar nuestras conciencias y capacidades. Nos lo pide el mismo Señor. No lo defraudemos en nuestra misión. Así sea.
Pbro. Dante de Sanzzi - Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias