A 83 días del CoMiNa4
Sabemos que la misión en la Iglesia es tarea de todos,
sin excepción. Pero de manera especial el Señor elige a algunos para esta
vocación de ir al encuentro del hermano cara a cara, intentando mostrarle que hay
un Dios que los ama, acompaña, alivia sus dificultades y escucha las súplicas.
Por este motivo, es que la pastoral misionera de la
Iglesia se organiza a través de equipos diocesanos de misión.
¿Qué es un equipo diocesano?
La respuesta puede ser compleja, si no tenemos en claro
los mismos evangelizadores (misioneros), cuál es nuestra función.
Sin ninguna duda estamos llamados a vivir en comunidad, y
también a salvarnos en racimo. El hecho de descubrir la presencia de Dios en
nosotros nos obliga a compartir esta manifestación de fe. Compartir es “partir
con” el otro lo que tengo. En este caso la Palabra, el Pan de Vida que sólo el
Señor nos puede dar, las alegrías y las tristezas, el ansia de salvación.
Por eso podemos afirmar que un equipo es un “todo”, es un
cuerpo, donde debe quedar de manifiesto que la cabeza es Jesús.
El equipo diocesano de Misión ayuda al encargado de esa
diócesis a llevar la fe a los demás, a no dejarlo solo, a mostrar que la unión
en las cosas de Dios hacen la fuerza, a trabajar en conjunto, a idear pautas de
evangelización que hagan más creíble nuestro testimonio.
¿Para qué está el Equipo Diocesano de Misiones?
El objetivo de la acción pastoral misionera es hacer que
toda la comunidad eclesial, y especialmente la Iglesia local, se convierta en
comunidad evangelizadora.
No se puede evangelizar eficazmente una comunidad si no
se le hace simultáneamente, desde el principio, responsable de la
evangelización local y universal.
Es la comunidad eclesial, y más concretamente la Iglesia
particular o local, la que asume la tarea evangelizadora a través de individuos
e instituciones. Se trata de reorganizar todos los elementos constitutivos de
la comunidad en vistas a cumplir el mandato misionero de Cristo.
Para que la Iglesia particular o local sienta y viva esta
responsabilidad misionera es necesario afianzar su renovación espiritual y
pastoral. La colaboración responsable de una comunidad en la acción misionera (hacia
dentro y hacia fuera) es el índice y el fruto espontáneo de su vitalidad
interna. «La gracia de la renovación en las comunidades no puede crecer si no expande
cada una los campos de la caridad hasta los últimos confines de la tierra y no
tiene de los que están lejos una preocupación semejante a la que siente por sus
propios miembros» (AG 37).
Por eso el Equipo Diocesano tiene como principal tarea,
bajo la dirección del Obispo Diocesano y el Director Diocesano nombrado por
éste, la animación misionera de la Iglesia Particular. A ello hay que
concebirlo como un servicio dirigido a todas las estructuras pastorales de la
diócesis para ayudarlas a vivir su dimensión evangelizadora universal. No se
trata de proponer o agregar estructuras nuevas en las parroquias o pequeñas
comunidades sino de ayudarlas a asumir y profundizar la dimensión misionera a
la que todas estamos llamados y que constituye la nota esencial del ser de la
Iglesia.
La animación misionera contribuye a la realización personal
de la Iglesia ya que la primera beneficiada es la propia comunidad eclesial, al
ayudarla a crecer en la conciencia misionera y a vivir con mayor intensidad su
responsabilidad de proclamar el Evangelio a todas las gentes. De esta manera,
también se evangeliza a sí misma “a través de una conversión y de una
renovación constantes, para poder evangelizar al mundo de una manera
creíble”(EN 15).
Toda animación misionera ha de orientarse hacia unos
objetivos específicos que hagan posible la consecución del fin que se propone:
lograr que en las comunidades cristianas nazca, crezca, se desarrolle y alimente
la conciencia y responsabilidad misioneras.
La encíclica Redemptoris Missio, en el número 83, formula
esta finalidad en los siguientes objetivos:
- Informar al Pueblo de Dios sobre la actividad misionera
universal de la Iglesia.
- Formar al Pueblo de Dios en la dimensión misionera del
ser cristiano.
- Promover en el Pueblo de Dios las vocaciones para la
misión ad gentes.
- Suscitar en el Pueblo de Dios la cooperación para la
evangelización universal.
La comunidad cristiana necesita ser despertada y animada para
asumir la tarea de la misión; de lo contrario, corre el riesgo de instalarse,
de acomodarse, de conformarse y, por otro lado, de no estar disponible a la
acción del Espíritu Santo, a lo que pida e indique.
Hay el peligro del miedo a tomar iniciativas, cuando se
ve la situación demasiado difícil o porque exige demasiado compromiso y riesgo.
Ese miedo, que tiene todas las características de ser la actitud de nuestro, frena
y obstaculiza la tarea misionera y también la tarea pastoral de las parroquias
y de las Iglesias locales.
Ahí está en juego lo esencial de la misión, como es la
urgencia de salir, de ir al encuentro, que es constitutiva de la misión.
La nueva evangelización y la misión en general necesitan una
animación a través de equipo diocesano que responda a una nueva universalidad
geográfica del
primer anuncio, a
las necesidades actuales, a los nuevos retos que se presentan en el mundo. Por
eso hay que despertar a la comunidad cristiana, a parroquias y diócesis, y
prepararlas para la novedad de evangelizar a los que no conocen el Evangelio y
a los que han sido insuficientemente evangelizados.
La animación misionera se encuentra ante la necesidad añadida
por la novedad del momento.
Ante los cambios que se producen hay que poner atención para
estar preparados a las nuevas adaptaciones.
La animación
misionera necesita verdaderos vigías, verdaderos centinelas de la mañana (cf.
Diccionario de Misionología..., pp. 81-2).
¿Cómo se forma el Equipo Diocesano?
Con alegría en ese servicio, con esperanza de edificar un
mundo mejor, con caridad.
Dispuesto de corazón, también ofrezco mi servicio misionero.
Sin extravagancias, sin grandes poderes materiales, sin elementos complicados
que a la vez complican la misión y el acercamiento del otro.
Entender que la misión es de la Iglesia y sostenida por el
Espíritu Santo de Dios.
Al equipo Diocesano lo integran el Director Diocesano de
OMP y el Delegado Episcopal para las Misiones (en el caso que no sean la misma
persona), los Secretarios o Coordinadores Diocesanos de cada una de las obras y
servicios de OMP (Propagación de la Fe, Infancia y Adolescencia Misionera,
Pontificia Unión Misional. Obras de San Pedro Apóstol, Grupos y Jóvenes
Misioneros, Familias Misioneras, Unión de Enfermos y Ancianos Misioneros,
Misioneros parroquiales o de manzana, Misioneros Ad Gentes), como así también
representantes de las Congregaciones religiosas misioneras presentes en la diócesis
y otros movimientos o instituciones que trabajan
en las misión y que se considere conveniente invitar.
El Equipo Diocesano debe reunirse periódicamente para
organizar y programas las actividades de animación, formación y cooperación
misionera en la diócesis.
Recordamos que en el 4º Congreso Misionero Nacional que
se llevará a cabo en la diócesis de San Fernando del Valle de Catamarca
participarán solamente los integrantes de los equipos diocesanos de misión que
colaboran con su Director Diocesano.
No se trata de un Congreso abierto a un número grande de hermanos,
que de buena fe desean misionar sino sólo de aquellos que han conformado el
equipo-
En este marco iremos descubriendo los desafíos de la
misión hoy: Los ámbitos a los que estamos llamados a evangelizar; la tan
nombrada y poco especificada misión ad-gentes; y como se puede vivir en este mundo
desbordado por el secularismo que aísla de Dios.
PARA PENSAR INDIVIDUALMENTE Y COMPARTIR EN EL EQUIPO
¿Cómo está integrado nuestro equipo diocesano?
¿Cuál es la importancia que tiene para nosotros trabajar
en equipo?
¿Hay realidades y ámbitos que no están presentes en el
equipo? ¿Cómo podemos comenzar a trabajar en aquellos servicios que todavía no
están presentes en nuestra diócesis?
¿Cuál es nuestro trabajo de animación misionera en orden
a impulsar a todas las estructuras pastorales de la diócesis a vivir su
vocación misionera?
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